sábado, 3 de enero de 2015

Preludio

La mujer se acerca a él, con una mirada y una voz trémula, que apenas pudieron balbucear un: hola, acá estoy. Él por su parte no lo hacia nada distinto, pero lo supo disimular bien, quizás el ego masculino pudo más.
El aire, jugaba a su favor, ella y su cabello podían caminar al compás del viento. Los árboles musicalizaban la escena y el día, con un par de nubes a la vista, era casi perfecto.
Caminaron, conversaron y bailaron al ritmo de la gente que chocaba con ellos, pero nada importaba, nada.


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