sábado, 24 de octubre de 2009

Estación de metro, combinación e imaginación.


Cuando solía pasar por aquel lugar muy pocas veces me di cuenta de su existencia, cuando se lo comenté a alguien, ese "alguien", no tomó en cuenta lo que yo siempre observaba; entonces decidí, no volver a mirar.
Pero un día, mucho tiempo después de que la gente que no ama los detalles hubo marchado, me comencé a dar cuenta que sí existen personas que pueden crear un mundo a partir de lo que la multitud no ve a diario.
Un mundo donde los botes circulan por los cielos verdes y amarillos de los atardeceres soleados, donde las lámparas de las casas alumbran las calles de los que preferimos transitar con cielos nocturnos, un mundo en el cual las luciérnagas iluminan de día y noche, donde los aromas florales están en las innumerables estaciones del año, un sitio donde las horas no avanzan, y la gente se detiene a conversar con los desconocidos para poder sostener una relación de verdadera y perpetua amistad.
Es con aquella persona a la que hoy llamo "especial" con la que me siento en un lugar así, donde no existe el reloj, donde la gente pasa feliz y por sobretodo, donde ambos somos capaces de crear mundos paralelos, creemos en historias de esculturas que en las cabezas de las gentes no caminan, no viven ni comen; creemos en que los besos tiene sabores, y creemos en lo que pocas personas creen, escuchamos melodías pasadas sin importar que nos miren de reojo.
Con aquel hombre cuyas creencias comparto, concordamos además que la rapidez del sentir es imparable, que más allá de la imaginación, el sentimiento es mejor, creemos que la velocidad de la luz ya ha sido sobrepasada, creemos que los árboles en otoño florecerán, creemos que la vida jamás se apagará, creemos que que la lluvia"cae cae" y por sobretodo, que no dejaremos de creer, crear, sentir y soñar.

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