sábado, 12 de abril de 2014

Vejez

Mis manos cansadas por el paso de los años, añoran la necesidad de tomar las tuyas, jóvenes y viriles que tanto distan de mi realidad.
Tu bailas, mientras yo me dirijo a mis libros, para ordenarlos y sacudir el polvo que se posa sobre ellos. Tu saltas en la fila del supermercado para apurar a la cajera que solicita donar un peso para una fundación, saltas para decir que el Estado miente y ellos son los cómplices. Yo te espero con las compras del mes en casa.
Cuida de mi, pero no te envejezcas conmigo, ven, pero no te quedes.
Muero.

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