Así voy yo, riéndome de la vida y de los niños que se columpian entre las manillas del vagón, pensando que el pasado no es más que un recuerdo bueno y fructífero de experiencias presentes y de enseñanzas para mañana, y que el hoy se vive con más intensidad que el mismo ayer.
Al fin me bajo, en la estación que me corresponde y veo a esos niños que vuelven a los brazos de sus madres-cansadas- y se quedan dormidos; al cerrar la puerta miro fijamente al hombre de mal olor, y sonríe, así como si me conociera, lo miro seria y me doy cuenta que lleva una caja de mercadería entre sus zapatos rotos, me doy la vuelta y sigo mi camino, entre las estrellas prófugas y mis zapatos carentes de brillo.